La Máquina Analítica de
Babbage constaba de los mismos componentes materiales que su anterior Máquina
de Diferencias, es decir, engranajes y ejes, pero a una escala
inconmensurablemente mayor, puesto que requería miles de esos elementos, por un
lado, y controles de regulación, por otro. El inmenso conjunto proyectado sólo
podía accionarse mediante la energía producida por una máquina de vapor.
Si
bien la estructura material de las dos máquinas era básicamente similar, la
Máquina Analítica suponía un concepto radicalmente nuevo y auténticamente
revolucionario, puesto que poseía la capacidad de operar de distinta manera
según los problemas planteados, o lo que es lo mismo: la secuencia de las
operaciones se alteraba en función del resultado de los cálculos inmediatamente
anteriores. Además, como la estructura de la máquina permitía múltiples usos,
su gobierno debía realizarse mediante la introducción de tarjetas perforadas,
lo que a su vez exigía un memoria donde almacenar las instrucciones, para que
éstas intervinieran en los momentos oportunos para regular los cálculos.
Así
pues, en la Máquina Analítica encontramos, asombrosamente, los elementos básicos
del moderno ordenador:
§ Mecanismos de entrada,
en este caso tarjetas perforadas. La máquina distinguía, además, entre dos
tipos de tarjetas, que se introducían por distintas ranuras: las que contenían
datos y las que contenían instrucciones.
§ Memoria,
consistente en mil columnas de cincuenta ruedas cada una, con una capacidad de
almacenamiento de mil números de cincuenta cifras cada uno.
§ Unidad
de control, concebida como un mecanismo que controla que las
operaciones se realicen en el orden adecuado, según las instrucciones del
programa contenido en las tarjetas.
§ Unidad
aritmético-lógica (taller,
según la terminología de Babbage), que realizaba las operaciones aritméticas y
las discriminaciones lógicas.
§ Mecanismos
de salida, también tarjetas perforadas.
Babbage
nunca vio realizado su ambicioso proyecto, pues no consiguió el apoyo económico
necesario. Con una devoción casi obsesiva, dedicó el resto de su vida y sus
recursos a diseñar piezas y esquemas parciales de su máquina, con la esperanza
de comprometer a algún socio capitalista. Su empeño le valió un desdén casi
generalizado: su proyecto fue conocido como La
Locura de Babbage, quien adquirió fama de excéntrico, por no decir
desquiciado.
El
legado tecnológico y científico de Babbage no ha sido valorado hasta mucho
tiempo después, a pesar de la existencia de algunos continuadores, como el
español Leonardo Torres
Quevedo (1852-1936),
otro sorprendente pionero de la computación.
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