En 1939, un pequeño grupo de criptoanalistas se
instalaron en la sede del MI6 en Bletchley Park. Tenían como misión vencer a ENIGMA, un cacharro nazi
capaz de producir crípticos textos cuyo
número de permutaciones posibles (gracias a una ingeniosa disposición de unas
ruedas internas) era aproximadamente de 150 trillones. ENIGMA tenía un cierto
parecido con una máquina de escribir portátil, en la que el operador introducía
el texto original y obtenía como salida un texto cifrado. La maquinaria de guerra nazi dependía
de estas máquinas para poder enviar órdenes y reportes sin que los mensajes
fuesen interceptados por los Aliados.
En 1939, un pequeño grupo de criptoanalistas se
instalaron en la sede del MI6 en Bletchley Park. Tenían como misión vencer a ENIGMA, un cacharro nazi
capaz de producir crípticos textos cuyo
número de permutaciones posibles (gracias a una ingeniosa disposición de unas
ruedas internas) era aproximadamente de 150 trillones. ENIGMA tenía un cierto
parecido con una máquina de escribir portátil, en la que el operador introducía
el texto original y obtenía como salida un texto cifrado. La maquinaria de guerra nazi dependía
de estas máquinas para poder enviar órdenes y reportes sin que los mensajes
fuesen interceptados por los Aliados.
Colossus, que fue diseñado por Tommy Flowers.
Un joven matemático polaco, llamado Marian Rejewski, ya había
deducido cómo descifrar los mensajes de los primeros modelos de ENIGMA. Si bien
la clave de cifrado utilizada por los alemanes cambiaba cada día, había algunos
errores en el diseño de ENIGMA. ¿Qué errores? Pues el más importante era el
hecho de que una letra jamás resultaba codificada como ella misma. Esta y otras
falencias fueron explotadas por Marian Rejewski y el brillante matemático Alan Turing para poner a punto las “bombas”, unos dispositivos electromecánicos capaces de
reducir el tiempo necesario para encontrar la clave del día en más o menos una
hora de tiempo. Los alemanes, alertados de esta situación, no tardaron en
agregar complejidad a sus máquinas ENIGMA, y las bombas dejaron de ser
efectivas. Se hacia indispensable buscar una solución.
Estas cintas perforadas servian para almacenar datos.
Esta situación condujo al
desarrollo del primer ordenador digital del mundo. En efecto, Colossus, que
fue diseñado por Tommy Flowers, fue puesto en funcionamiento en Bletchley Park
a mediados de febrero de 1944. Una versión mejorada, el Colossus Mark II,
entró en funcionamiento en junio del mismo año, y otras diez versiones se
sucedieron hasta el final de la guerra. El trabajo de Colossus consistía
básicamente en comparar dos flujos de datos, procesando las coincidencias según
un algoritmo predeterminado. El mensaje cifrado se introducía en la máquina “a gran velocidad” mediante una cinta de papel perforado.
Si el número de coincidencias encontrado entre dos flujos de datos era superior
a una cantidad prefijada, la salida era escrita en una máquina de escribir
eléctrica.
Colossus utilizaba válvulas termoiónicas para hacer su magia.
Colossus utilizaba válvulas termoiónicas, thyratrones
y fotomultiplicadores -todas válvulas de vacío como la de los viejos aparatos
de TV- para aplicar una función lógica programable a cada carácter ingresado.
La experiencia adquirida en las centrales de comunicaciones de la época, que
también usaban estos componentes, indicaba que estas válvulas poseían una
elevada tasa de averías. Pero los ingenieros también sabían que los problemas
ocurrían casi siempre al poner en funcionamiento la máquina, por lo que
Colossus solo se apagaba si comenzaba a funcionar de forma incorrecta.
Esta réplica de Colossus se encuentra Bletchley Park
Es casi imposible comparar las caracteristicas de esta máquina
con un ordenador actual. El microcontrolador encargado
de mantener la temperatura ambiente dentro de una vivienda o el que hace
funcionar un reloj de pulsera es mucho (¡pero mucho!) más poderoso que
Colossus. Sin embargo, por motivos de “seguridad nacional”,
su existencia fue un secreto de estado hasta bien entrados los años 70 y recién
en el año 2000 se difundieron parte de sus características. Las leyes inglesas
preveen que este tipo de secreto siga siéndolo durante cien años, así que es
posible que recién nuestros nietos conozcan la totalidad de los entretelones
relacionados con este ordenador, que hoy sabemos es el abuelito de todos los
actuales. La informática actual, por lo visto, le debe mucho a la criptografía.
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